La humanidad
vive en una constante mutación, que nos
permite avanzar hacia otros parámetros, respecto a las distintas variables que
se nos presentan en el contexto socio-psico-cultural en el cual nos vemos
inmersos. Y la modernidad no fue un caso
excluyente.Asi, distintos autores, entre ellos, como Bauman (2000) compara a a este instante
histórico con el concepto de “fluido”, los cuales sufren sucesivos cambios al someter una
determinada tensión.Esa disgregación de la concepción sistemática con parámetros
de superestructuras totalizantes, buscadoras de certezas, comenzó a verse
emancipado por subversivos estándares, a lo largo de las últimas décadas.
Pioneramente
Marx, así como posteriormente Heidegger, habían sido precursores en cuanto al ser social como
algo más que esa percepción estricta y racionalista manejada por el orden edificado
en el esfuerzo y utopía perfecta.
La escuela de Frankfurt se fundamentó en esas teorías
y marcó parámetros en cuanto a la unificación de concepciones, entre otras, haciendo así, una crítica social, acechando a ese ideal
contracturado, y mostrando un descreimiento de las visiones optimistas. Se presentó
la necesidad de realizar una nueva reorganización de la sociedad y de las
culturas existentes.
Así,
esta nueva lógica “postmodernista”
(Lyotard, 1979), reinvidindicadora del relativismo y la libertad personal, promovió
conductas elegidas y asumidas, asi, la desestructuración de la sociedad civil
se vislumbra en el individuo, y la consecuencia no es otra que la ruptura, la
pérdida de límites y significados de la persona y, sobre todo, la falta de
capacidad del sujeto para buscar una orientación, sintiendo asimismo una concepción de “extravío” de identidad, en una multitud de mundos de vidas
compartimentadas.Observamos la sociedad fragmentada en una oposición que
enfrenta a una mayoría dominante frente a un conjunto de minorías: mujeres,niños,minorías
étnicas,desempleados,que luchan, por sus derechos, adquiridos en cierta manera, por la globalización,
la información y las comunicaciones
punzantes que tomaron al mundo.
El hombre postmodernista es individualista, hedonista,
el cuerpo es un regalo del
lenguaje -dijo Lacán- y hay un
cuerpo que sabe más de lo que dice y que ese saber lo representa en forma de síntoma,
enmarcado en una sociedad en la que los
medios de comunicación desintegran e igualmente estructuran a ese yo
fragmentado desde la cuna, instaurado una familia cuasi despatriarcada,donde
los lazos vinculares, parecen haber perdido
fuerza.
La
era del vacío generó un descreimiento en ese Estado/Nación y en las políticas
socializantes.
Hoy
en día nos encontramos en una era que podríamos llamar “hípermoderna” (Lipovetsky 1983), donde
predomina una identidad fundamentada en el yo por encima de cualquier cosa,
enmarcada por una pomposa ostentación, reconocimiento social y el exceso del “todo”.
El
hombre tiene la firme posición de una conciencia vacía carente casi de emociones,
percepciones y sensaciones; su individualismo lo llevado al cultivo de la
indiferencia -esfera privada que cambia de sentido para estar al servicio de
los deseos cambiantes en lo público: esas ansias de poder, de triunfo y de
reconocimiento, que se observan en su comportamiento y en sus relaciones con su
contexto.
Entonces
emerge un nuevo estadio del individualismo, el narcisismo.La economía hace que se
genere una nueva división, la
cual se define entre los ganadores y los perdedores; el
“ser” parece transformarse en “tener”, haciendo de quien más tiene, es más frente
a los demás. La
hegemonía de la excelencia y la competitividad de las personas, nos arrastran
al desarraigo y la constante incertidumbre.
Trajo
e impuso una nueva temporalidad del aquí y el ahora. Amplió el horizonte del
consumo hasta llegar a la época actual, donde el hiperconsumo se ha convertido
en la evolución natural del consumidor,
con un sistema fetichista de la
apariencia, artificial y sin rumbo de
identidad, es, la pérdida de la fe en el porvenir revolucionario,de aquella libertad
“combinatoria”.
Esta
sociedad hípermoderna revindica la indiferencia de las masas, el sentimiento es de reiteración y estancamiento, autonomía privada,
el ser humano, “hoy por hoy” quiere vivir aquí y ahora. No tiene ídolo, ni
tabú. Somos parte de una sociedad donde prima la indiferencia pura, nos sentimos incapaces de cambiar, casi de mediocridad, nos asentamos en nuestro yo, olvidándonos
que somos parte de una sociedad. El vacío “extremo”enmarca la principal característica
de la época actual: una conmoción social de las costumbres y del individuo inseguro,
inestable, cambiante.En otras palabras, la
hipermodernidad acentúa todas las
ambigüedades de la sociedad en donde el capitalismo regido por las
comunicaciones, creando un escenario en el que los excesos consumistas y
hedonistas conviven con las frustraciones y las decepciones más intensas. El
ahora se explica mediante redes,las cuales nos demuestran una vez más que a
pesar de nuestra enajenación, como sujetos sociales formamos parte de la
interacción con otros y con el entorno.El sujeto hipermoderno no es
protagonista de la situación, sino que
se encuentra en un círculo de variables, en el que el es una de ellas,y cambian
constantemente,y el esquema referencial de las sociedades construido a partir
de quiebres y desafíos se transforman inevitablemente frente a las distintas
subjetividades del momento, por necesidad,
por seres humanos.
Viendo
las diferentes cadenas de sucesiones que hemos pasado tanto en el
postmodernismo como en el hipermodernismo,
Cual será el próximo paso de la humanidad?