sábado, 27 de octubre de 2012


La humanidad vive en una constante mutación, que  nos permite avanzar hacia otros parámetros, respecto a las distintas variables que se nos presentan en el contexto socio-psico-cultural en el cual nos vemos inmersos. Y la modernidad no fue un caso excluyente.Asi, distintos autores, entre  ellos, como  Bauman (2000) compara a a este instante histórico con el concepto de “fluido”, los  cuales sufren sucesivos cambios al someter una determinada tensión.Esa disgregación de la concepción sistemática con parámetros de superestructuras totalizantes, buscadoras de certezas, comenzó a verse emancipado por subversivos estándares, a  lo largo de las últimas décadas.
Pioneramente Marx, así  como posteriormente  Heidegger, habían  sido precursores en cuanto al ser social como algo más que esa percepción estricta y racionalista manejada por el orden edificado en el esfuerzo y utopía perfecta.
La escuela de Frankfurt se fundamentó en esas teorías y marcó parámetros en cuanto a la unificación de concepciones, entre  otras, haciendo  así, una crítica social, acechando a ese ideal contracturado, y mostrando un descreimiento de las visiones optimistas. Se presentó la necesidad de realizar una nueva reorganización de la sociedad y de las culturas existentes.
Así, esta  nueva lógica “postmodernista” (Lyotard, 1979), reinvidindicadora del relativismo y la libertad personal, promovió conductas elegidas y asumidas, asi, la desestructuración de la sociedad civil se vislumbra en el individuo, y la consecuencia no es otra que la ruptura, la pérdida de límites y significados de la persona y, sobre todo, la falta de capacidad del sujeto para buscar una orientación, sintiendo  asimismo una  concepción de “extravío” de identidad, en  una multitud de mundos de vidas compartimentadas.Observamos la sociedad fragmentada en una oposición que enfrenta a una mayoría dominante frente a un conjunto de minorías: mujeres,niños,minorías étnicas,desempleados,que luchan, por sus derechos, adquiridos  en cierta manera, por   la globalización, la  información y las comunicaciones punzantes que tomaron al mundo.
 El hombre postmodernista es individualista, hedonista, el cuerpo es un regalo del lenguaje -dijo Lacán- y hay un cuerpo que sabe más de lo que dice y que ese saber lo representa en forma de síntoma, enmarcado  en una sociedad en la que los medios de comunicación desintegran e igualmente estructuran a ese yo fragmentado desde la cuna, instaurado una familia cuasi despatriarcada,donde los lazos vinculares, parecen  haber perdido fuerza.
La era del vacío generó un descreimiento en ese Estado/Nación y en las políticas socializantes.  
Hoy en día nos encontramos en una era que podríamos llamar “hípermoderna” (Lipovetsky 1983), donde predomina una identidad fundamentada en el yo por encima de cualquier cosa, enmarcada por una pomposa ostentación, reconocimiento social y el exceso del “todo”.
El hombre tiene la firme posición de una conciencia vacía carente casi de emociones, percepciones y sensaciones; su individualismo lo llevado al cultivo de la indiferencia -esfera privada que cambia de sentido para estar al servicio de los deseos cambiantes en lo público: esas ansias de poder, de triunfo y de reconocimiento, que se observan en su comportamiento y en sus relaciones con su contexto.
Entonces emerge un nuevo estadio del individualismo, el  narcisismo.La economía hace que se  genere  una nueva división, la cual se define entre los ganadores y los perdedores; el “ser” parece transformarse en “tener”, haciendo de quien más tiene, es más frente a los demás.  La hegemonía de la excelencia y la competitividad de las personas, nos arrastran al desarraigo y la constante incertidumbre.
Trajo e impuso una nueva temporalidad del aquí y el ahora. Amplió el horizonte del consumo hasta llegar a la época actual, donde el hiperconsumo se ha convertido en la evolución natural del  consumidor, con  un sistema fetichista de la apariencia, artificial  y sin rumbo de identidad, es, la pérdida de la fe en el porvenir  revolucionario,de aquella libertad “combinatoria”.
Esta sociedad hípermoderna revindica la indiferencia de las  masas, el sentimiento es  de reiteración y estancamiento, autonomía privada, el  ser humano, “hoy  por hoy”  quiere vivir aquí y ahora. No tiene ídolo, ni tabú. Somos parte de una sociedad donde prima la indiferencia pura, nos  sentimos incapaces de cambiar, casi  de mediocridad, nos asentamos en nuestro yo, olvidándonos que somos parte de una sociedad. El vacío “extremo”enmarca la principal característica de la época actual: una conmoción social de las costumbres y del individuo inseguro, inestable, cambiante.En otras palabras, la hipermodernidad  acentúa todas las ambigüedades de la sociedad en donde el capitalismo regido por las comunicaciones, creando un escenario en el que los excesos consumistas y hedonistas conviven con las frustraciones y las decepciones más intensas. El ahora se explica mediante redes,las cuales nos demuestran una vez más que a pesar de nuestra enajenación, como  sujetos sociales formamos parte de la interacción con otros y con el entorno.El sujeto hipermoderno no es protagonista de la situación, sino  que se encuentra en un círculo de variables, en  el que el es una de ellas,y cambian constantemente,y el esquema referencial de las sociedades construido a partir de quiebres y desafíos se transforman inevitablemente frente a las distintas subjetividades del momento, por  necesidad, por  seres humanos.
Viendo las diferentes cadenas de sucesiones que hemos pasado tanto en el postmodernismo como en el hipermodernismo,
 Cual será el próximo paso de la humanidad?